6 mayo – 22 junio Primavera
Generamos una experiencia completa de como habitar el espacio, confrontando el movimiento y el reposo; un reposo que se convertirá en movimiento dejando pasar nuevos espectadores dispuestos a esos escasos, o no, minutos de contemplación
ERREALITATEA
Haren atal batzuen onartzea zaila izaten da/ Sakontzeko abagunea
Haren atal batzuen onartzea zaila izaten da/ Sakontzeko abagunea
Asimetria onartzea zaila da,
Tarteka, azal urratuaren puskak askatzen zaizkit,
Malenkoniak ito egiten nau,
Neure buruarekiko desleial.
Lurrinek libratzen naute,
Neure barruan ibilbide berri-sakonei bide egiten diete.
Liluratzen gaituzten esperientziak,
Zinezko maitasunaz bat egiterainokoak.
30.09.2024
REALIDAD
Cuesta vivir partes de ella / Oportunidad para profundizar
Es difícil vivir la asimetría,
a ratos se desprenden partes de mi piel,
me asfixia la melancolía,
conmigo misma me compruebo infiel.
Los aromas me rescatan,
abren travesías profundas en mi interior,
experiencias que arrebatan
me fusionan con el más nítido amor.
30.09.2024
IRREALIDAD
Un lugar en el que volar y escapar, pero no donde quedarse. / Combustiones químicas necesitadas de un creador que pueden ser muy contaminantes.
La noche es oscura, tenebrosa. Ni siquiera la luna se digna alumbrar mínimamente el suelo pedregoso por el que Selatse corre desesperada. Sabe que si Cato la alcanza acabará con su vida. Quiere luchar, enfrentarse a él, pero el terror se lo impide. Si la atrapa, su final será demasiado horrendo, ni para imaginarlo siquiera. Así que corre, corre con toda la velocidad que es capaz de imprimir a sus fuertes piernas.
La lorica (segmentata) (coraza romana de escamas de hierro unidas por tiras de cuero) que ha arrancado de un cadáver romano y protege su pecho, resulta demasiado grande para su estatura. Le roza por todas partes. Resulta un lastre para la carrera. Así que aprovecha un recoveco de roca para detenerse un instante con la intención de deshacerse de ella. Como puede, a toda prisa, suelta las correas de cuero y se la quita. Al golpear el suelo, el metal produce un sonido como de sentencia.
No puede estar parada más tiempo. Se obliga a seguir adelante y no mirar atrás. Corriendo, corriendo sin cesar. Ha de hacer un gran esfuerzo para no desistir, para continuar con la carrera.
De pronto, el aire le restriega por la cara un aliento fétido que la ahoga. Cato está justo a su espalda, apenas a unas treinta brazas (algo más de 50m). Y entonces, sucede lo inevitable. Siente el acero de su enemigo traspasar su riñón, desgarrar sus vísceras y observa, asombrada, como la punta de la gladius (espada romana, siglo I d.C.) asoma por su vientre.
Aún sigue corriendo unos metros antes de caer de rodillas. Levanta la mirada un breve instante. Tiene que parpadear para ver la cara de Cato que, desde arriba, le ofrece una sonrisa cínica.
En ese momento, Selatse se despierta.
Jadea. Se ahoga. Abre la boca para poder respirar. «¡Dios! Parecía tan real…», piensa. Se levanta para ir al baño. Tiene unas ganas locas de orinar. Se marea un poco al levantarse, pero no le da importancia. Se para un momento. Detrás de ella, el suelo acoge una gota de sangre. Luego otra. Y otra. Un pequeño charco se esparce como aceite tiñendo sus talones. No lo nota, aturdida como está.
Sólo cuando se mira el espejo del lavabo, Selatse se da cuenta del hilillo carmesí que pinta la comisura de su boca. Mira hacia abajo y ve la punta de acero sobresaliendo por encima de su ingle.
—¡Hostia! —exclama con voz cavernosa.
Y cae golpeándose la cabeza contra el embaldosado de la pared.
Al poco, la espada corta que atraviesa su cuerpo comienza a perder consistencia, se va volviendo transparente. Hasta que desaparece.
Semanas después, la vecina del primero se queja del mal olor que impregna la escalera. Si pudiera, Selatse se reiría.
Pero no puede.
Se lo impide la putrefacción de su cuerpo.
02.10.2024